Levantó las manos ensangrentadas hacia el oscuro cielo, esperando esa explicación de su estrellada vida llena de humo y alcohol.
Le habían dicho, le habían hablado, sugerido y muchas otras horas inciertas tanto como se aferraba.
Cristina ya no podía más, con tanto respeto y afecto como simple luz.
Su belleza se había transformado en la de su enemiga, pero de manera patética. Ya había olvidado el reloj imaginario que le adelantaba los movimientos.
Un día simplemente sin más, dejó de querer tener cosas materiales, cuando ya la vida se le escapaba lentamente. Y ya era tarde. Vio que los elementos que había anhelado se ponía en su contra. Con una vaga sonrisa en el diente que una vez perdió.
Recuerdos desde mi rincón
Driadea.